Desde siempre me recuerdo escribiendo. Mi madre decía que mucho antes
de que yo aprendiera las primeras letras, ya garateaba dibujos para
contar historias, como una pequeña paleolítica de las Cuevas de
Altamira. Tengo guardado un incunable llamado "El Pajarito Mentiroso",
todo un culebrón ornitológico con bruja incluída que escribí e ilustré a
mis tiernos 6 años. Vinieron luego varios premios de Cuentos de
Navidad, uno del Ayuntamiento de Madrid de 500 ptas (de esas que al ser
menor no veías ni media porque te lo ingresaban en la libreta de
ahorros) y otro de El Corte Inglés, sobre un pastorcillo pobre que se
avergonzaba de su humilde regalo al Niño Jesús pero que al final se veía
gratificado porque su presente era el más valorado. Yo es que desde la
infancia he sido muy dada a los dramatismos ,pero eso sí, con final
feliz.
Siguió
luego un paréntesis donde me dediqué al periodismo y la publicidad
hasta que el nacimiento de mi hija me abrió todo un mundo fantástico: el
de la literatura infantil. Un espacio donde el lenguaje es libre y
puro, porque las florituras no se entienden. Donde no tienes que
justificar que una casa esté en un zapato, que las ardillas hablen o los
niños sean más listos que los adultos. Porque la literatura infantil es
la casa de la Imaginación. Esa imaginación que en los niños brota a
borbotones y establece que la comunicación sea fluida y todos los sueños
realizables. Aunque hay quien no entiende que un adulto se dedique a
ello y lo interpreta más como una minusvalía, como si en la literatura
hubiera un paralelismo con la vida, y se comenzara escribiendo
literatura infantil, luego juvenil... Hasta alcanzar la mayoría de edad
con la literatura para adultos. De hecho, tengo un amigo que a menudo me
pregunta :¿Y para cuándo una novela de mayores? Como si mi hora para
hacerlo hubiera llegado hace tiempo y me diera miedo dar el paso.
Pero
es que yo disfruto leyendo y, sobre todo, escribiendo obras para niños.
Y eso que no es nada fácil sobrevivir al intento.Las editoriales y los
concursos literarios en general te lo ponen duro. Tanto si ganas como si
no.
Recuerdo que en la editorial donde publiqué mi primera novela
me "sugirieron" que cambiara las caracterísiticas de uno de los
personajes, la bibliotecaria, que era un poquito "puñetera". La editora
me dijo que "No nos conviene llevarnos mal con el sector". Y yo asentí,
con cara de boba, preguntándome ¿Y qué podría hacer un bibliotecario por
ser criticado en una novela? ¿Arrojar mis obras a una hoguera
Farenheit?
¿Esconder los libros de la susodicha editorial al fondo
de los estantes para que no se vean? Pero como era una escritora sin
nombre, no tuve más que aguantarme y acceder a sus deseos si quería
publicar.
Para mi segunda novela, una editora diferente
se empeñó en que uno de los personajes que era mejicana, tenía que
hablar con los giros y localismos de esa zona, a pesar de que la acción
transcurría en Estados Unidos y había españoles, norteamericanos, y por
supuesto ,al ser publicada en España, todos hablaban en español. Pero
como era mi segunda novela y yo seguía siendo una escritora sin nombre,
le respondí: "Pues ¡ándale "m'hija, ahorita lo cambio no más!!".
Después,
me he presentado a concursos donde el premio consistía en una cantidad
en metálico y la edición, y jamás han sido editadas. Y he enviado
ejemplares a editoriales donde han rechazado mi proyecto "por no estar
de acuerdo con la línea editorial" y posteriormente comprobar que habían
lanzado al mercado una idea idéntica a la mía, vamos , lo que viene a
ser plagio. Ahora está de moda "no aceptar manuscritos no solicitados",
con lo cual las vías para acceder a publicar se reducen. Claro que,
muchas no ponen esta condición, y tu obra se queda durmiendo el sueño de
los muertos hasta que a base de e-mails insistentes los despiertas para
que te den la negativa. También se lleva mucho que te nombren
finalista de un concurso con un poema o un microrrelato, como me ha
sucedido en varias ocasiones, y luego intenten venderte la antología de
los premiados a un precio desorbitado. Y mi "ego" no llega para tanto...
Como veréis no estoy muy contenta con el mundo de la edición. Estoy en una fase de Literhartura. Y siguiendo con el juego de palabras, añadiré que hay editoriales e idiotariales.
Recientemente,
gente con ganas de autoeditarse ha dado a luz ideas interesantes como
SIN PRETENSIONES, un grupo formado por una librera, una bibliotecaria
(con cara de buena, no de las pirómanas) un escritor y tres
ilustradores, y ya van por tres originales álbumes ilustrados.
Ilustración de Ana Juan
Cuando
llego al borde de la desesperación, me viene a la memoria la vida de
J.k. Rowling (quizá una leyenda urbana) sola y escribiendo en ese café
de Edimburgo, con su bebé al lado, la que sería la saga más exitosa de
la literatura: Harry Potter. Y la fantaseo en plan Dickens, en los
huesos y llevando un abrigo agujereado, con mucha nieve, frío polar,
velones amarillentos en un ambiente oscuro...Escribiendo con una mano y
meciendo a su criatura con la otra hasta llegar al punto final.
J.K.
Rowling llamó a la puerta de muchos editores que rechazaron su
proyecto. Hasta que uno, imaginativo y emprendedor, osó publicarla y se
convirtió en el mayor éxito de todos los tiempos.
Y no sé lo que
me sastisface más, que al final se hiciera justicia y ella alcanzara su
sueño o imaginar la cara de "pasmaos" que se les quedaría al enterarse a
los que le dieron una negativa por respuesta. Qué dulce venganza....
Claro que yo no soy J.K. Rowling, ni tampoco tengo ningún Harry Potter en el tintero.
Nadie es perfecto.
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