Para
eso, tenemos la imaginación”
La
Vieja Hada.
“La
Compañía IMAGINAIR anuncia la salida de su vuelo 7CHOCO7 con
destino a la Bóveda Celeste. Rogamos a todos los pasajeros que se
dirijan al tobogán de embarque señalado con una chocolatina
gigante”
Ana
y Jens aceleraron el paso al escuchar la voz de llamada, con un gesto
de sorpresa ante la extraña puerta de salida . Y es que este viaje
no se parecía a ningún otro. Empezando por la megafonía, tarea
encargada a una guacamaya de colores que recorría revoloteando los
pasillos del aeropuerto para informar sobre las novedades del
destino. La exótica portavoz, dejaba caer una pluma amarilla sobre
los pasajeros rezagados para llamar su atención, al tiempo que
continuaba con sus comunicados.
“Recordamos
que el vuelo 7CHOCO7 de la Compañía IMAGINAIR está reservado para
los niños que viajan solos, o para todos los mayores que se
sientan niños de corazón. Abstenerse aquellos que no crean en la
magia de la fantasía porque no conseguirán despegar”
-¡Mira,
ahí está la chocolatina!- gritó Jens muy animado.
-¡Es
enorme!- exclamó Ana con la boca tan abierta que le cabría un
elefante.
Y
ambos emprendieron una carrera entre risas para ponerse en la fila
que ya comenzaba a formarse.
Para
amenizar la espera, un mago vestido con uniforme de aviación y su
“azafahada” ayudante, hacían juegos a los viajeros. En vez de
chistera, utilizaba su gorra de piloto, de la que sacaba nubes
blancas y gorditas que elevaba por encima de las cabezas, y con un
movimiento de una pequeña torre de control mágica a modo de varita,
hacía que se deshicieran convertidas en copos de nieve, ante el
asombro general. Y además, extraía aviones de juguete de detrás de
las orejas de sus espectadores...O introducía a la “azafahada”
en una vieja maleta de cuero , cubierta de pegatinas de todos los
países, y la hacía desaparecer provocando murmullos de admiración.
Y
así, entre truco y truco, llegó el turno del embarque para Ana y
Jens.
Una
viejecita con aspecto de adivina, se encontraba tras el mostrador
sujetando una bola de cristal entre las manos, con la misión de
averiguar el nombre de todos los pasajeros. La guacamaya locutora,
una vez terminada su misión, se posó en su hombro,
-Vamos
a ver -dijo la anciana concentrándose-. Dejadme pensar...Vosotros
sois...
-Yo
me llamo....
-¡No,
no me digáis nada! -Interrumpió la adivina abriendo los ojos de
golpe.
-Madame
Lunette...-susurró el pájaro.
-¡Ni
tú tampoco ! ¡Que en vez guacamaya, pareces un loro! ¿No estás
todavía afónica, después de todo el día haciendo de megafonía?
-comentó un tanto alterada-. Sólo necesito un poco de silencio...
Ya, ya me va llegando la imagen...Je...Jes...No, no Jens...y
A...Ana..,¡Eso es ! Ana y Jens- confirmó muy orgullosa de su
acierto-. Podéis pasar. La “azafahada” os entregará una onza de
chocolate con el número de vuestro asiento.
Y
así fue como de un salto y propulsada por sus alas, la joven se
elevó hasta el panel de chocolate para partir sus dulces tarjetas de
embarque. Ya quedaban menos de la mitad.
-Aquí
tenéis , chicos: Nubes 7 y 9 - indicó con la mejor de sus sonrisas
la “azafahada”, mientras les entregaba la porción de chocolate
con su nombre y número de asiento grabado-. Ahora, sólo tenéis que
lanzaros por ese tobogán y llegaréis al avión volando! ¡Y no os
la comáis hasta estar dentro del
avión!
¡Feliz Viaje!
Ana
y Jens subieron por las escaleras del tobogán y en lo más alto se
encontraron sudoroso y temblón a un astronauta con escafandra y
todo.
-¿Qué
te pasa?- le preguntaron los niños con extrañeza.
-¡Sufro
de vértigo!- se lamentó.
-¿Vértigo
un astronauta? ¡Es lo más raro que he escuchado en mi vida!-
comentó Jens llevándose las manos a la cabeza.
-Sí,
ya lo sé....No tengo problemas para subir hasta lo más alto, pero
cuando llega el momento del descenso...¡lo paso fatal! Y aquí me
tenéis, practicando...Si no lo supero ¡¡¡jamás aprobaré el
examen de la agencia aeroespacial!!!-dijo muy compungido.
-¿Y
si nos tiramos juntos?-sugirió Ana- Primero, se sienta Jens, luego
tú en el medio, y yo detrás. Y a la de tres, nos lanzamos muy
agarraditos, ¿qué te parece?
-No
sé...chicos...¡Me da tanta vergüenza!
-¡No
pasa nada porque alguien te de un empujoncito! Verás como después
todo te resultará más fácil! -invitó Jens.
Y
sin dejarle tiempo para contestar, cada cual fue tomando su posición
y a la voz de “¡YA!” se lanzaron en picado, resonando en todo el
aeropuerto el grito desgarrador del astronauta, que descendía con
los ojos tan cerrados que parecían cosidos con grapas. Tras varios
giros de tirabuzón, “el trío Koala” salió proyectado hacia el
interior del avión sin soltarse y cayó sobre la alfombra de la
nave, de la especie “voladora” , que se elevaba un metro por
encima del suelo y conducía a cada pasajero a su respectiva nube.
-Nubes
7 y 9 -anunció la alfombra.
Y
con una sacudida, lanzó a los niños a su nube prosiguiendo su
camino hacia la del astronauta.
-¡Adiós
amigos! ¡Gracias por vuestra ayuda!
-¡Llámanos
si nos necesitas en el aterrizaje! -le dijeron los niños, muy
orgullosos de su hazaña.
Al
cabo de una rato, los pasajeros estaban ya instalados. Y la
guacamaya, comenzó a revolotear dando las indicaciones de seguridad
para el despegue.
“Siguiendo
las normas imaginarias de navegación, les rogamos que se hundan
profundamente en su nube y se coman su onza de chocolate para iniciar
el ascenso”
Cuando
todos se hubieron introducido su dulce tarjeta de embarque en la
boca, comenzaron a despegar. Los niños se encontraban muy
confortables acurrucados dentro de su nube gordita y esponjosa.
“Si
algún pasajero necesita más luz, le informamos de que disponen de
una luciérnaga personal en el compartimento situado sobre sus
cabezas”
“Nuestro
mago, acompañado de una “azafahada” pasará a continuación para
que encarguen lo que más les apetezca para comer. Ya saben que
pueden pedir lo que deseen y él lo sacará de su gorra mágica”
-¡Guau!!Qué
bien! - se alegraron los niños, mientras imaginaban platos
inventados.
-¿Tenéis
“bocatas” de gominolas y dulce de leche- preguntó Jens
-¡Aquí
está!- dijo el mago, haciéndolo levitar desde su gorra.
-¿Y
sopa de frutas con bolitas de chocolate? -pidió Ana
-¡En
exclusiva para la señorita! - dijo la “azafahada”,acercándole
un plato con forma de piña y un cuchara de caramelo.
“Atención,
señores pasajeros, mientras comen les invitamos a disfrutar del
espectáculo que la compañía Gnomilandia representa en las bolas de
cristal situadas enfrente de su nube, que lleva por título “Gnomo
Jones y la Seta Maldita”. Para que la obra de comienzo, bastará
con agitar enérgicamente la bola”
Y
así lo hicieron Jens y Ana, al tiempo que rebañaban sus platos.
Cuando la obra estaba ya tocando a su fin, descubrieron muy cerca un
precioso arco iris al que se dirigían.
“El
Comandante les comunica que, dadas las condiciones atmosféricas
favorables, vamos a seguir
la
ruta del Arco Iris. Les recomendamos que permanezcan sentados en su
nube para contemplar los diferentes fenómenos que circulan por las
vías de colores”
Y
de repente, una estrella fugaz les adelantó dejando un preciosa
estela de plata. A la derecha, una meteorito circulaba chamuscando a
su paso la calle naranja.
-¡Mira,
esa rayo está buscando su tormenta! -comentó Ana, al ver una línea
de luz avanzando con rapidez hacia una nube negra y densa. ¡Uff! Y
el encuentro fue un festival de truenos acompañados de otros efectos
sonoros y visuales.
La
nave aminoró la velocidad porque en la vía de la derecha estaba
teniendo lugar un desfile organizado por lo signos del zodíaco.
Abrían la marcha los gemelos Géminis, seguidos de Virgo a lomos de
Sagitario y todos los signos restantes, cerrando la cabalgata Leo que
avanzaba arrogante y seguro.
-¡Aries
y tauro están peleando!-señaló Jens-¡Se han enganchado por los
cuernos!
Y
en esa instante, un rugido ensordecedor paró en seco a los signos
revoltosos que ocuparon su posición en la fila , mientras Leo
sacudía su melena, altivo y orgulloso, por haber conseguido
restaurar la alineación perfecta.
En
uno de los arcenes, varias estrellitas reflectantes avisaban de que
algún vehículo estaba en apuros. Al acercarse, Ana y Jens pudieron
comprobar que se trataba ni más ni menos que del trineo de Santa
Claus, y que varios de sus renos parecían haber perdido las
herraduras aunque ya, un equipo de elfos en misión de urgencia,
estaba tomando medidas a sus pezuñas.
Algo
más adelante, los niños vislumbraron una bruma negruzca y
sobrenatural.
-¿Qué
será aquello? -preguntó Ana, mientras su cuerpo se sacudía con un
escalofrío.
-Es
una expedición de brujas que se dirigen a su Akelarre Anual -comentó
la “azafahada” con expresión misteriosa.
-¿Akequé...?-se
interesó Jens.
-AKELARRE
-pronunció la “azafahada” remarcando cada letra-.Una convención
de brujas de todos
los
lugares del mundo donde se presentan los últimos avances de la
brujería: calderos para placas de vitrocerámica, escobas
eléctricas, hechizos para móviles...Incluso las nuevas tendencias
en pócimas y brebajes. El año pasado llevamos como pasajera a una
brujita que tenía rota su escoba.
Un
olor a azufre mezclado con huevo podrido y excrementos se coló en la
nave al adelantar al grupo.
-¡Puaaaj!
¡¡¡Es asqueroso!!!-se quejaron los niños.
-¡Repugnante!-
trataremos de contrarrestarlo, dijo la “azafahada” cogiendo su
varita de torre de control y agitándola con energía para que
pétalos de flores inundaran la estancia con su perfume.
-¡Uhmm!
-esto es otra cosa, comentaron los niños aliviados mirando la
expedición que se quedaba atrás.
Llegó
la venta a bordo, cuyos tesoros se encontraban en un viejo cofre de
madera de la época de los piratas. Y dentro, estrellitas a modo de
broche, cuadernos de notas con forma de nube, perfume celestial,
peluches de Osa Mayor, bolígrafos con la silueta de una torre de
control...y muchos más recuerdos del viaje. Y para pagar bastaba con
un beso o una sonrisa.
Después
del bullicio donde todos participaron eligiendo una pequeña parte
del “botín”, la guacamaya anunció:
“Señores
pasajeros les informamos que nuestro comandante ha iniciado las
maniobras de aproximación al aeropuerto y en breves momentos
aterrizaremos. Les rogamos que se sumerjan de nuevo en su nube y
permanezcan acurrucaditos en ella hasta que tomemos tierra. Todos los
miembros de la tripulación del 7CHOCO7 deseamos que hayan tenido
un feliz vuelo y esperamos verlos muy pronto de nuevo en nuestra
compañía IMAGINAIR”.
Antes
de terminar la frase, el astronauta ya se había sumergido tan hondo
en su nube, que solo asomaba un trocito de escafandra. Ojos que no
ven...
“¡¡¡Ohhhh!!!!”,
se escuchó como un coro general de lamento.
Y
es que nadie quería regresar. La excursión de ida y vuelta a la
Bóveda Celeste, se había pasado volando...
Cuando
Ana y Jens llegaron a la terminal del aeropuerto, lo primero que
hicieron fue mirar los próximos vuelos de la compañía IMAGINAIR.
-¡Mira!
¡¡¡Visita a un satélite meteorológico!!!-gritó Ana.
-¡Con
demostración en vivo de efectos especiales de huracanes! ¿Nos
apuntamos? -preguntó casi afirmando Jens.
-¡Pues
claro! Y otro día podemos ir al Zoo de las Constelaciones , y otro
a...
Y
es que la imaginación está en el aire.
Sólo
hay que dejarla volar.
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