lunes, 9 de diciembre de 2013

PECAS DE CHOCOLATE



En el Reino del Quinto Pino,
donde siempre luce la luna
y se enredan los caminos,
el Rey “Caracallo” mil y pico
ha fallecido.
Le sucede su hija,
la Princesa “Carapija”,
quien por una mutación singular
no ha heredado la cara de callo,
como manda la tradición familiar.


Es su piel tan blanca
como una nube de verano,
sin una mancha, sin un grano.
Es su pelo tan dorado,
como el trigo que se mece en el prado,
con bucles como olas y brillos nacarados.

Pero no siempre belleza
rima con inteligencia
y el callo de la cara
se le ha mudado al alma.
y no para de dar la vara,
con leyes, por cierto, bastante raras
que protegen a los guapos de cara
y se olvidan de los guapos de corazón.

“Se hace saber, por Orden Real,
que todos los habitantes del Reino
con pecas, granos o
cualquier mancha facial,
con una lija del siete
se la tendrán que quitar”

Y “PecasMari”, diez pecas
por centímetro cuadrado
y el pelo de zanahoria fresca alborotado
se echa a temblar:
”Si con una lija del 7 me he de frotar
me voy a quedar en la mitad.”

Lloró litros y litros
de lágrimas amargas,
y a las toallas,
dejó de echarles suavizante,
pero ni por un instante
una peca se borró de su cara.
Y una de dos:
O se ocultaba bajo un “burka”,
o se marchaba a buscar una solución.

Y así dejó el Reino del Quinto Pino
donde siempre luce la luna
y se enredan los caminos,
en busca del hada Camomila,
famosa por sus brebajes de tila
para aclarar la tez,
solo con bebérsela de una vez.


Y anda que te anda,
bajo noches de diez mantas
y mañanas de siete bufandas,
llegó hasta una cueva
que creyó su morada.

“¿Es aquí donde habita el Hada Camomila?”
dijo “Pecasmari” con voz de dormida.
“¡Se ha ido a buscar tila!”,
respondió una viejecita arrugada y escurrida.
“¿Para qué la querías?”

Y “Pecasmari” le narró el motivo de su marcha,
con un moco hecho escarcha
del frío que tenía
“¡Oh, pobre niña mía!”,
se compadeció la viejecilla.
“La Princesa “Carapija” se merece
una lección por arpía”

“Llévate esta pócima de chocolate hipercalórico
y salpícale la cara
a la princesa de la tez tan clara
y el corazón tan colérico.
Al contacto con su piel de miel
y su alma de hiel,
el chocolate se transformará para siempre en mancha,
así dejara de ser una belleza sin tacha
y sus absurdas leyes tendrá que derogar”

Y sin más tardar,
“Pecasmari” se pone en camino
al Reino del Quinto Pino
con su brebaje de chocolate
y su petate,
preguntándose cómo diantre
a la princesa podría acercarse.

La respuesta muy pronto halló
cuando vio cómo encalló
la carroza de la Princesa en un lodazal,
seguida por todo el séquito Real.

“¿Qué llevas ahí ,aldeana?”,
le preguntó borde y con desgana
un estirado oficial.

“Chocolate y mi petate”.
“ Pues con el frío que hace,
ese chocolate
no le vendrá mal
a su Alteza Real.
Dámelo, sin rechistar.”
“¡Pero, oficial!”
“¡A callar, campesina vulgar!”

Y fue entonces,
cuando el soldado “pelota”
se tropezó con una roca
y volcó la pócima
en el rostro principesco,
que ni mudó el gesto
por la sorpresa
del salpicón mañanero.

“¡Agua, jabón y toallas
para su Alteza!”
¡”Y cien latigazos y la horca
por tu torpeza!”
Ordenó el general de mayor rango,
señalando al patoso oficial.
Pero cuando fueron a apresarlo
se deshizo como un helado,
transformándose en un Príncipe
tan dulce y bueno que parecía imaginario
y lleno de pecas del color de la jalea real.
Ante el asombro general,
se hizo paso hacia la carroza
y con voz grave se le escuchó entonar:

Princesa “Carapija”,
por mucho que te restriegues
las pecas de chocolate jamás eliminarás,
a no ser que derogues la ley
que las pecas obliga a lijar.

Es tu castigo por querer imponer la belleza
sobre todo lo demás.
Y se bien lo que digo
porque yo soy el príncipe del Reino Vecino
que también fui castigado
por mi superficialidad.
                       El hada Camomila me convirtió en tu vasallo
hasta que fuera consciente de mi fallo
y reparara mi maldad.
Ahora mi pecado he expiado
gracias a esta joven campesina
y la ayuda del Hada Camomila, 
quien en vieja convertida
mandó esta pócima para ser vertida
como castigo facial.
 Lo imperfecto y defectuoso
también es hermoso
y más vale tener rostro de oso
que espíritu de reptil.

Y sin nada más que añadir,
el Príncipe se volvió hacia “Pecasmari”
Y la atrajo para sí:
”Gracias a ti,
hoy vuelvo a vivir
y tu reino has liberado
de esta Princesa tan vil.
¿Querrías conmigo NO compartir,
tus días, tus noches, ni tu porvenir?”
Y seducida por su NO proposición
“Pecasmari” pegó un salto
y le dió un besazo en la nariz,
que es su forma de asentir.

Y ni que decir
que a la Princesa “Carapija”,
de repente le entró la prisa
por quemar el decreto,
aunque en secreto
siguiera odiando a los feos.

Y desde aquél día,
guapos, horrendos, pecosos, con granos,
amarillos, albinos, negros y blancos
viven felices en el Reino del Quinto Pino
y en el Reino Vecino.
Sin pócimas que tomar.
Brebajes que salpicar.
Ni caras que lijar.