En
el Reino del Quinto Pino,
donde
siempre luce la luna
y se
enredan los caminos,
el
Rey “Caracallo” mil y pico
ha
fallecido.
Le
sucede su hija,
la
Princesa “Carapija”,
quien
por una mutación singular
no
ha heredado la cara de callo,
como
manda la tradición familiar.
Es
su piel tan blanca
como
una nube de verano,
sin
una mancha, sin un grano.
Es
su pelo tan dorado,
como
el trigo que se mece en el prado,
con
bucles como olas y brillos nacarados.
Pero
no siempre belleza
rima con inteligencia
y el callo de la cara
se le ha mudado al alma.
y no para de dar la vara,
con leyes, por cierto, bastante raras
que protegen a los guapos de cara
y se olvidan de los guapos de corazón.
“Se hace saber, por Orden Real,
que todos los habitantes del Reino
con pecas, granos o
cualquier mancha facial,
con una lija del siete
se la tendrán que quitar”
Y “PecasMari”, diez pecas
por centímetro cuadrado
y el pelo de zanahoria fresca alborotado
se echa a temblar:
”Si con una lija del 7 me he de frotar
”Si con una lija del 7 me he de frotar
me voy a quedar en la mitad.”
Lloró litros y litros
de
lágrimas amargas,
y a
las toallas,
dejó de echarles suavizante,
pero
ni por un instante
una
peca se borró de su cara.
Y
una de dos:
O se
ocultaba bajo un “burka”,
o se
marchaba a buscar una solución.
Y
así dejó el Reino del Quinto Pino
donde
siempre luce la luna
y se
enredan los caminos,
en
busca del hada Camomila,
famosa
por sus brebajes de tila
para
aclarar la tez,
solo
con bebérsela de una vez.
Y
anda que te anda,
bajo
noches de diez mantas
y
mañanas de siete bufandas,
llegó
hasta una cueva
que
creyó su morada.
“¿Es
aquí donde habita el Hada Camomila?”
dijo “Pecasmari” con voz de dormida.
dijo “Pecasmari” con voz de dormida.
“¡Se
ha ido a buscar tila!”,
respondió
una viejecita arrugada y escurrida.
“¿Para
qué la querías?”
Y
“Pecasmari” le narró el motivo de su marcha,
con
un moco hecho escarcha
del
frío que tenía
“¡Oh,
pobre niña mía!”,
se
compadeció la viejecilla.
“La
Princesa “Carapija” se merece
una
lección por arpía”
“Llévate
esta pócima de chocolate hipercalórico
y
salpícale la cara
a la
princesa de la tez tan clara
y el
corazón tan colérico.
Al
contacto con su piel de miel
y su
alma de hiel,
el
chocolate se transformará para siempre en mancha,
así
dejara de ser una belleza sin tacha
y
sus absurdas leyes tendrá que derogar”
Y
sin más tardar,
“Pecasmari”
se pone en camino
al
Reino del Quinto Pino
con
su brebaje de chocolate
y su
petate,
preguntándose
cómo diantre
a la
princesa podría acercarse.
La
respuesta muy pronto halló
cuando
vio cómo encalló
la
carroza de la Princesa en un lodazal,
seguida
por todo el séquito Real.
“¿Qué
llevas ahí ,aldeana?”,
le
preguntó borde y con desgana
un
estirado oficial.
“Chocolate
y mi petate”.
“
Pues con el frío que hace,
ese chocolate
no le vendrá mal
a
su Alteza Real.
Dámelo, sin rechistar.”
“¡Pero, oficial!”
“¡A callar, campesina vulgar!”
Y
fue entonces,
cuando el soldado “pelota”
se
tropezó con una roca
y
volcó la pócima
en
el rostro principesco,
que ni mudó el gesto
por la sorpresa
del salpicón mañanero.
“¡Agua, jabón y toallas
para su Alteza!”
¡”Y cien latigazos y la horca
por tu torpeza!”
Ordenó el general de mayor rango,
señalando al patoso oficial.
Pero cuando fueron a apresarlo
se
deshizo como un helado,
transformándose
en un Príncipe
tan
dulce y bueno que parecía imaginario
y
lleno de pecas del color de la jalea real.
Ante
el asombro general,
se
hizo paso hacia la carroza
y
con voz grave se le escuchó entonar:
Princesa
“Carapija”,
por
mucho que te restriegues
las
pecas de chocolate jamás eliminarás,
a no
ser que derogues la ley
que
las pecas obliga a lijar.
Es
tu castigo por querer imponer la belleza
sobre
todo lo demás.
Y se
bien lo que digo
porque
yo soy el príncipe del Reino Vecino
que
también fui castigado
por
mi superficialidad.
El hada Camomila me convirtió en tu vasallo
hasta
que fuera consciente de mi fallo
y
reparara mi maldad.
Ahora
mi pecado he expiado
gracias a esta joven campesina
y
la ayuda del Hada Camomila,
quien en vieja convertida
mandó esta pócima para ser vertida
como castigo facial.
Lo imperfecto y defectuoso
también es hermoso
y
más vale tener rostro de oso
que espíritu de reptil.
Y
sin nada más que añadir,
el Príncipe se volvió hacia “Pecasmari”
Y
la atrajo para sí:
”Gracias a ti,
”Gracias a ti,
hoy vuelvo a vivir
y tu reino has liberado
de esta Princesa tan vil.
¿Querrías conmigo NO compartir,
tus días, tus noches, ni tu porvenir?”
Y seducida por su NO proposición
“Pecasmari” pegó un salto
y le dió un besazo en la nariz,
que
es su forma de asentir.
Y ni
que decir
que
a la Princesa “Carapija”,
de
repente le entró la prisa
por
quemar el decreto,
aunque
en secreto
siguiera
odiando a los feos.
Y
desde aquél día,
guapos,
horrendos, pecosos, con granos,
amarillos,
albinos, negros y blancos
viven
felices en el Reino del Quinto Pino
y en
el Reino Vecino.
Sin
pócimas que tomar.
Brebajes
que salpicar.
Ni
caras que lijar.
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