Mi vecina Angustias subió a casa más pálida que las estatuas del Museo de Cera.
Alguien había hecho una pintada en tinta roja en su puerta con el siguiente mensaje: "Yo, que tú, vigilaría el sombrero" Y yo, que considero a Hércules Poirot, el famoso detective, mi ídolo e inspiración, tras devorar, que no leer todas las novelas de Ágatha Christie, encontré en este suceso un desafío para iniciarme en mi carrera detectivesca. Y me puse , inmediatamente, a elucubrar.
Después de un par de tilas y el ofrecimiento de mi padre a acompañarla hasta su piso, Angustias encontró fuerzas para entrar en el lugar del crimen. Pero lo peor estaba a punto de llegar, y fue un grito de tirabuzón, de esos que te taladran el tímpano dejando un eco chirriante. Sin tiempo a recomponernos del efecto, los vecinos comenzamos a asomarnos a la escalera y como nos pilló a todos de improviso, salimos mostrando nuestras miserias matutinas:
-Yo, Javi, 13 añazos y con el pijama de Spiderman para mi vergüenza.
-Don Felipe, el del cuarto, y su barrigón cervecero embutido en una camiseta de tirantes, con la cara a medio afeitar...todo, menos sexy.
-La señora Mari Luz con su enjambre de rulos y la redecilla, digo yo que, para que no se le escapen.
-Las gemelas Pepa y Lola, la versión femenina de Zipi y Zape, siete años de travesuras y una fama de gamberras ganada a pulso en el edificio y todo el barrio y...pobrecillas, eternas sospechosas de cualquier rotura, accidente o desaguisado.
-Y desbancando a todos, como en cámara lenta y melena al viento tipo anuncio de champú, al menos ante mis ojos, Vanessa, la superpija megaguay del 5º, con su "short" y su "top", porque ella no lleva pantalón corto y camiseta, o al menos no existe en su vocabulario, con la traidora crema antigranos extendida por su "face", porque ella no tiene cara sino "face", y expuesta por primera vez en público cubierta de potingues.
Faltaban los estudiantes , que se pasaban el día durmiendo o de fiesta y rara vez estudiando. también mi madre, que ya se había ido tarde al trabajo por la irrupción de Angustias. Y Don Eulogio, el viejecito sordo, al que siempre hay que ir a buscar en caso de emergencia. Bueno, y la portera, que siempre se escaquea de todo a no ser que haya sangre; es decir, caída por escaleras, ascensores parados entre pisos con gente atrapada y cualquier tipo de circunstancia de novela negra.
Y ya, sólo quedaba que se unieran mi padre y Angustias, la autora del alarido sobrenatural, si es que le quedaba voz, incluso vida. Mientras todos nos agolpábamos frente a su casa esperando una respuesta, vimos aparecer su palidez, que ahora, más que una figura del Museo de Cera, parecía una figura muerta del susodicho lugar, acompañada por el chirrido de los goznes de la puerta que, como ella, pedían a gritos un chute de 3 en 1. Después, con mucha parsimonia, nos descubrió sus brazos caídos sujetando una hoja de papel.
-¡Se lo han llevado! ¡Se lo han llevado! - no cesaba de repetir, con la mirada perdida en el horizonte- ¡Miren, miren! ¡Lean el anónimo que me he encontrado en el suelo de la entrada!
Don Felipe, en calidad de Presidente de la Comunidad, le arrebató el papel de las manos y leyó en voz alta: "Tenemos su sombrero. Si quiere recuperarlo, deje de poner la COPE a las 8 de la mañana".
Estaba claro que tenía que ir a buscar mi bloc de notas a casa. Poirot no permitiría que se le escapara un detalle.
Cuando regresé, la vecindad se encontraba en el lugar del crimen, léase la cocina de Angustias, mirando por la ventana que daba al patio.
-¡Aquí lo tenía yo- señalaba Angustias- Colgadito en la cuerda para que se me secara después del chaparrón del domingo...¡Y ya sólo quedan las pinzas!
-¡Pero mujer! ¿Cómo se le ocurre colgar un sombrero?¡Se le habrá deformado todo! -criticó la señora Mari Luz.
- ¡Y eso que más da, si ya no lo tengo!¡¡Si alguien ha entrado y me lo ha arrebatado de las cuerdas!-gemía Angustias abrazada a su perro Canelo.
-Perdona, Angustias, pero ¿cuándo fue la última vez que viste tu sombrero? -pregunté con timidez dispuesto a tomar notas.
-¿Cuándo? Pues...ayer...al ponerlo a secar.
-¿Y no fuiste a comprobar su estado al ver la pintada en la puerta?
-Pues no, estaba muy enfadada porque tenía que limpiarla y se me fue el santo al cielo, la verdad...Hasta ahora que he recibido el anónimo no se me ha ocurrido echarle un ojo...
-...Sin temor a equivocarme puedo asegurar que nadie ha entrado en tu casa para llevárselo, porque si no, Canelo habría ladrado y tú le habrías oído.
-El chico tiene razón -confirmó Don Felipe, mientas mi padre asentía orgulloso de mí reflexión.
-El sombrero ha debido caer al patio -concluí con rotundidad.
Entonces, todos los vecinos se asomaron a la ventana haciéndose sitio a codazos.
¡No se ve!¡No hay nada!, comentaban todos. ¿Y aquello marrón de la esquina? ¡Es una maceta, Señora Mari Luz, que no ve usted un pimiento!
-¿Se puede saber qué escandalera es ésta? -interrumpió la portera apareciendo por el patio con los brazos en jarras y cara de vinagre.
-¿Ha visto usted mi sombrero? -le preguntó Angustias esperanzada.
-¡Ah! pero, ¿era suyo? Pues se lo di a Don Eulogio creyendo que era de él...Al menos, tiene uno "clavaíto"...
-¡Válgame el cielo! -dijo mi padre- Vayamos a su casa a comprobarlo...
Y allá fuimos todos en comitiva. Llamamos al timbre, aporreamos la puerta y cuando ya estábamos a punto de renunciar, apareció por la puerta con su barra de pan y el periódico.
-¿Qué pasa? ¿Hay fuego? - se asustó el anciano.
-¡QUE VENGO A POR MI SOMBRERO!, dijo Angustias elevando la voz, casi al nivel de decibelios de sus desgarradores gritos de auxilio.
-¿Que ya vienen los bomberos? -repitió confuso Don Eulogio.
-¡NO, EL SOMBRERO QUE LE DIO LA PORTERA, QUE DÓNDE ESTÁ!...chilló de nuevo Angustias, dibujando su forma y señalándose la cabeza.
-¡Ah, sí! ¡El sombrero! Al ir a ponérmelo me di cuenta de que no me cabía en la cabeza, así que recordé que tú tenías uno parecido y salí a devolvértelo, pero me encontré a las gemelas y como viven puerta con puerta , se lo dí para que te lo llevaran y así ahorrarme el viaje, que para mis piernas es toda una excursión.
En ese preciso instante todas las miradas se volvieron hacia Pepa y Lola, quienes ya iniciaban la escapada pero que fueron agarradas por las trenzas, gracias a los buenos reflejos de Vanessa, que se la tenía jurada desde que le mancharon su "top" naranja que estaba en el tendedero, arrojándole un globo relleno de tinta china.
-¿Qué habéis hecho con mis sombrero, pequeñas mosntruas?
-¡Nada!¡Te juramos que lo dejamos sobre tu felpudo! -se defendieron ellas al unísono.
¡Mentirosas! ¡Par de brujas malcriadas!, se desfogaban todos diferentes y variadas rencillas particulares de su historial de delincuencia doméstica.
-¡DICEN LA VERDAD!, interrumpí yo el aquelarre.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?, inquirió mi padre.
-Pero no sólo dejaron el sombrero, además hicieron la pintada...
-¡Malditas grafitteras! ¡Cuando os coja...!, amenazó Angustias haciendo aspavientos con las manos.
-¿Y por qué sabes que hemos sido nosotras, listo?
-Tan fácil como que el mensaje tenía varias faltas de ortografía muy, pero que muy gordas: "vigilaría", con "b" y "j" y "sombrero" con "v". Un error que sólo alguien de vuestra edad, o muy bruto, puede cometer. Además de que la escritura parecía muy infantil...Y como da la casualidad de que sois reincidentes en el tema pintura (dije, mirando de soslayo a Vanessa) y vosotras devolvisteis el sombrero...
-¡Vale! Nosotras escribimos en la puerta, pero dejamos el sombrero allí. Ni lo robamos, ni enviamos el anónimo -confesaron con cara de angelitos recién bajados del cielo- Fue una travesura sin importancia, además la tinta es de esas para niños que se quita con agua...¡Somos traviesas pero no ladronas!
-¡Venid "pacá", que os voy a dar "pal pelo", chorizas, que sois unas chorizas- exclamaba Angustias con el flequillo subiendo y bajando por los bufidos que daba.
-Ellas no tienen el sombrero -confirmé con un tono de voz tan grave que yo mismo me impresioné- Está confiscado detrás de esa puerta.
Las fuerzas vivas de la comunidad giraron sus cabeza cual partido de tenis en la dirección señalada.
Y como si estuviera preparado, se abrió y apareció uno de los estudiantes con el pelo desaliñado, ojos enrojecidos y las rayas de la almohada haciendo surcos en su cara.
-Tome el sombrerito y métaselo por donde le quepa pero, por Dios, déjennos dormir.
Y cerró la puerta dando un fuerte portazo.
El sombrero aterrizó en los pies de Angustias y tras un largo silencio, solo interrumpido por el chisporrotear de las cañarías, todas las miradas se dirigieron a mí buscando una explicación. Carraspeé intentando recuperar la voz grave pero se me escaparon un par de gallos, por lo que sin levantar la vista de mi cuaderno argumenté:
-Efectivamente las gemelas dejaron el sombrero en el felpudo y escribieron el mensaje. No se atrevieron a llamar al timbre para no ser descubiertas, así que permaneció allí hasta que por la madrugada regresaron los estudiantes de una de sus juegas y decidieron utilizarlo para chantajear a Angustias, hartos de que todos los días a las 8 los despertara con las noticias de la COPE que, todo hay que decirlo, se oyen por el patio entero. Esta es la razón por la que Angustias sólo vio la pintada de las gemelas, porque el sombrero ya no estaba. A continuación, los estudiantes escribieron el anónimo en su ordenador y sé que se trata de ellos porque eligieron el tipo de letra COMIC SANS, la misma que usaron tiempo atrás en el cartel que pusieron en el portal alquilando una de las habitaciones de su piso. Cuando Angustias subió a nuestra casa pidiendo ayuda, aprovecharon para introducir el anónimo por debajo de la puerta de su casa. Y ya está. Todo ha sido cuestión de ir atando cabos.
Entonces fue cuando me atreví a mirarles y descubrí sus gestos que iban desde bocas abiertas a punto de caer una gotita de baba, a ojos de poseído como en las películas demoníacas.
¡Te creerás un súper héroe!, se mofaron las gemelas.
¡Chico listo!, comentó Don Felipe.
¿Quedamos para tomar un refresco esta tarde después del "cole"?, me invitó Vanessa, cubriéndose la crema atigranos.
¿Y también sabes arreglar persianas?, preguntó la Señora Mari Luz.
¡Si algún día necesitas un sombrero, no dudes en pedírmelo!, me ofrció Angustias.
¡Hijo, estoy orgulloso de ti!,
¿Pueden trasladar la tertulia a su **** casa? se escuchó gritar desde el piso de estudiantes.
Y con la satisfacción del trabajo bien hecho, pensé que Hércules Poirot se sentiría asombrado de cómo había resuelto el enigma de "El Sombrero que sabía Demasiado".
Quiero fichar a Javi, 13 añazos y propietario de un pijama de Spiderman, para nuestro equipo laboral; sólo él podrá encontrar ciertas cosillas nuestras que de vez en cuando cambian de domicilio.
ResponderEliminarJavi Spider y las gemelas Pepa y Lola los reyes de l escalera !! Que no salga con Vanessa por fa...
ResponderEliminarA mi tampoco me mola un pelo Vanessa, pero ya sabes que los adolescentes, aunque sean personajes de cuento, hacen lo que les da la gana...jajajaja!!
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