martes, 29 de abril de 2014

SUCEDIÓ EN "LA GUARDE"

4 de Marzo: 6 de la tarde. Cuarto de baño de mi casa.

Me llamo Eva, tengo 10 años y de momento soy detective aficionada. Y digo de momento, porque desgraciadamente mi corta edad y todo el papeleo necesario, me impiden ser reconocida como una profesional en la materia, aunque cualidades no me faltan.
Siempre me he destacado por mis buenas dotes de observación y por esa manía de apuntarlo todo en esta agenda de cuero, heredada de mi abuela, que llevo conmigo allá donde vaya. Y es así como no se me escapa un detalle. He resuelto casos complicados en el parque y en el colegio, y aunque en la mayoría de ellos no he recibido felicitaciones ni agradecimientos, me queda la satisfacción personal de haber dado con la solución.

El último lo acabo de resolver en este instante, aunque para explicarlo con claridad, debo remontarme a seis meses atrás cuando mi hermana comenzó a asistir a la guardería Patrocinio de la Virgen María. Mis padres estaban muy contentos de haber conseguido plaza aquí porque las monjitas tenían fama de dar muy bien de comer a los niños y ser requetelimpias y cariñosas, pero lo que nadie esperaba es que un asunto de decoración del local fuera a causarnos tantos problemas. Para centrarnos diré que en el "hall" de entrada había colgado un crucifijo que, a mi hermana Ana, le causaba terror, tanto que llegué a pensar si estábamos ante un caso similar al de la "Niña del Exorcista" 3. Ella, con dos años a su espalda, se agarraba a la pierna de mi madre como una posesa, y no había manera de que se soltase. Todo ello, acompañado de unos aullidos escalofriantes que contagiaban a todos los compañeros de guardería. Así que, dejarla allí cada mañana, era una auténtica cruz, nunca mejor dicho.
Yo tuve la idea de que cambiaran la imagen del Cristo crucificado por otra de la Vigen María que se encontraba en el interior y que mi hermana asociaba a un hada (al fin y alcabo, eran de la misma familia) pero los entrecejos fruncidos de las monjas y muy especialmente la patadita que me propinó mi madre en la espinilla, me hicieron comprender que mi sugerencia no había sido bien aceptada.

Mi hermana llevaba ya dos semanas quedándose afónica y yo llegando tarde al "cole" tras la ardua tarea de intentar despegarla de la pierna de mi madre, quien solía comenzar con dulces promesas, continuaba con serias amenazas y finalmente culminaba con monja tirando por un lado y madre por otro. Llegados a este plazo más que razonable, ambas partes pactaron que lo mejor era buscar otra guardería. Menos mal, porque no solo ya las monjas, sino las otras madres y casi toda la calle nos miraban con cara de sospecha, como si fuerámos brujas o estuviéramos endemoniadas.
Y así fuimos a dar a parar con la recién inaugurada "Pequeñitos, pero matones", un estilo muy diferente de guardería. Lo primero que me llamó la atención fue el nombre, que definía a la perfección la personalidad de mi hermana. Y la experiencia lo demuestra. Ella es feliz allí. Ahora todas las mañanas va canturreando por el camino y en cuanto abren la puerta sale corriendo y se mete dentro sin despedirse de mi madre siquiera. Y las monitoras son un encanto; tienen una visión siempre positiva de las maneras de mi hermana. Si aúlla dejando sorda a media guardería cuando le quitan un juguete es "porque tiene un gran sentido de la justicia y lo manifiesta". Si le pega un manotazo al plato de puré es "porque empieza distinguir entre gustos y disgustos". Si en vez de pintar en el cuaderno lo hace en la cara de uno de sus "compis" es "porque posee un gran espíritu creativo"...¡Ojalá en mi colegio fueran tan comprensivos y cuando me olvido de hacer los deberes  en vez de ponerme un "cerapio" lo interpetaran como "una protesta necesaria para demandar tiempo libre"!

Bueno, pues a estas monitoras siempre tan calmadas y comprensivas , ayer, al ir a recoger a mi hermana, nos las encontramos al borde del ataque de nervios. ¿Qué sucedió? Pues allá voy, paso a narrar los hechos con la máxima objetividad posible.
Cuando llegó la hora de despertar de la siesta a los niños, que duermen separados por edades, en salas diferentes llenas de colchonetas de colores, una de las monitoras "siempreguays" se topó con el siguiente panorama en la sala del grupo de los dos años:
-Darío, tumbado sobre el sueldo y tapado con su colchoneta y otras 5 más.
-Daniel, con el pañal arrancado y bolitas de su "cacota" desperdigadas alrededor.
-Isabela, abrazada a su conejita de peluche que estaba toda rasgada y abierta en canal (la conejita, no la niña)
-Manuel, con dos mordiscos bien señalados, uno en la mano derecha y otro en la izquierda.
Y todos, lloriqueando y balbuceando palabras incomprensibles en ese amasijo de mocos y lenguaje gutural.
Para terminar, mi hermana, en su colchoneta durmiendo como una bendita, ajena al lío que estaba montado.

Nadie había visto ni oído nada. Porque el momento de la siesta es el que las "profes" aprovechan para comer, fumarse un cigarrito o relajarse, pero en cualquier caso, aunque el grupo de formado por los niños de tres años fue el principal sospechoso, su monitora aseguró que ninguno había salido del aula durante la hora de la siesta. Los de un año estaba claro que no eran capaces de semejante proeza y, los bebés que estaban en sus cunas, por supuesto tampoco. Algunos padres, de esos con una inteligencia bastante inferior a la media de los bebés, sugerían que quizá un animalillo, no se sabe si perro, gato o ratón, podría haberse introducido en la sala y atacar a los niños sin que nadie los viera. Hubo otras ideas geniales que iban desde "falsos padres", psicópatas, ladrones, fontaneros, y otra serie de profesionales de la construcción, que quizá hubieran pasado por la guardería inadvertidamente. Como si aquello fuera la Puerta del Sol a las 3 de la tarde. Yo les dejaba hablar y hablar y tomaba mis notas en la libreta, apuntando desde la posición de los cuerpos en la siesta, pasando por los daños ocasionados a cada uno, hasta comporamientos y gestos que pudieran resultar claves.
A todo esto, mi hermana seguía durmiendo dulcemente, con esa cara de oso panda feliz que se le pone al echar un sueñecillo.
Una de esas madres con ideas geniales, de repente gritó mirándola.
-Y esa pobre niña, ¿no estará drogada o desamayada? Yo iba a explicarle que no, que cuando duerme puedes bailar un zapateao en su oreja , que ella ni se entera, pero para entonces ya la estaba zarandeando sin compasión.
An abrió un ojo con dificultad, debido a un hilillo de legaña adherido a su párpado como un pegamento asqueroso, y luego abrió el otro ya con gesto malhumarado y al encontrarse de frente con esa madre extraña, le salió del alma soltarle una patada. Así todos pudieron comprobar que se encontraba en plenas facultades.
Mi madre se deshizo en disculpas y ya las conversaciones comenzaron a enredarse con anécdotas, casos similares y todas esas tonterías que se dicen cuando no se sabe de qué hablar. Para todos se trataba de un gran misterio.
...Que es el que yo acabo de resolver.
Me ha bastado ver esta tarde mi canica azul en el orinal de mi hermana para atar cabos.
Y esto es lo que sucedió en la "guarde":
Ana se llevo de "extranjis" mi canica . En algún momento del día debió desaparecerle y pensó que algunos de sus compañeros se la había quitado. Así llegó la hora de la siesta y cuando todos estaban dormidos, levantó la colchoneta de Darío por si la había ocultado debajo y de pasó miró debajo de todas las demás, echándoselas encima.
Al no encontrarla, sus sospechas se dirigieron a Daniel, quien aún lleva pañal y allí esconde muchos de sus tesoros; se lo arrancó y analizó su oloroso contenido y al no hallar nada pensó que quizá Isabela podría haber utilizado su conejo de peluche como escondite. Descubrió un pequeño descosido en la espalda del muñeco y comenzó a rebuscar en su interior por si lo hubiera metido allí. Pero nada de nada, por lo que sus pasos se dirigieron al siguiente. Manuel tenía los puños cerrados como si ocultara algo en ellos, así que le mordió la mano derecha  y entre sueños, la abrió por instinto y no salió nada ; se fue entonces a la izquierda, y la mordió también, y mira por dónde de aquí sí salió la canica .Ante el temor de que volvieran a quitársela durante la siesta, no se le ocurró mejor sitio para ocultarla que metérsela en la boca, pero se quedó dormida y se la tragó. Y desde entonces, ha viajado por sus tripas hasta aterrizar esta tarde con su "pastelón" en el orinal.
Cuando termine de escribir estas últimas diligencias iré a hacerle confesar su delito. Eso sí, le aseguraré que esta información no será utilizada en su contra si promete no volver a tocar mi colección de canicas, pero aún así, buscaré un buen escondite en el altillo del armario para evitar tentaciones.
En cuanto a las monitoras, mejor no comentarles nada, no vaya a ser que a partir de ahora, Ana les parezca más matona que pequeñita y tengamos que volver al Patrocinio de La Virgen María y las mañanas de "La Niña del Exorcista". Y respecto a mis padres, ni una palabra, de lo contrario, mi colección de canicas podría ser confiscada.

Caso resuelto y archivado.



Dedicado a mi hija Ana, "el terror de la guardería", la peseta que se tragó en la siesta y sus entrañables "compis".

1 comentario:

  1. Mira tú que me estaba imaginando mientra lo leía que iba a estar dedicado a cieta señorita llamada Ana! jajja Muy divertido, y muy astuta la pequeña detective

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